jueves, 14 de mayo de 2009

Intento de novela - Capitulo 1

NADIE ME ESPERA


I



Adiós nonino, ese era el tango que había estado escuchando en forma repetida desde hacía ya mas de media hora, solo, en la penumbra. Para Martin era el mejor tango que había escuchado desde hacia ya tiempo. La melodía profunda le evocaba la Buenos Aires bohemia de aquel entonces. Le parecía haberlo escuchado antes con otras manos y con otro acordeón que no fuera el de Piazzolla. Una versión rancia y dulzona pero igual de mágica. Pero esta versión era tan fuerte y profunda que cualquier otra. Era innegable el efecto que en el hacia, ya que sentía sobre si un erotismo insalvable, propio, místico como si sintiera una compañía femenina invisible, como un espectro rosa transparente, desnudo y tibio sobre el.

De un momento a otro, se levantó de su sillón de estar. Se dirigió a su escritorio y dejó libre la opción que permitía repetir la pista de forma indefinida en el software reproductor de su computador. Entonces, la música siguió su propio ritmo rumbo a otras notas que llenaban la atmosfera nocturna del apartamento de Martin. Ahora claramente se distinguía una etiqueta en el monitor que decía: “Best of tango - Piazzolla and friends”. Había estado meditando en la música, pensando y hablando solo diciéndose: “tengo que ponerle esta canción a ella”.

Había estado tomando aguardiente con limón, o quizás podía ser cerveza. Gustos extraños, se decía también así mismo. Delataban sus orígenes calentanos. La oscuridad era su compañía en la soledad de la sala, oscuridad que solo era invadida por la mortecina luz del monitor del computador y los torpes rayos de alumbrado eléctrico que emergían de las cortinas de la ventana. La música tenía un sonido estéril, digital, pero igual reproducía las mismas notas que cualquier disco de acetato. Martin se sentía adormecido, como anestesiado, pero no era efecto del trago pues recién había empezado a tomar y el efecto que producía en el era contrario, lo ponía eufórico y alegrón. Era la música, el ambiente nocturno que parecía arrullarlo como el viento movía las hojas de los acacios en la calle.

Debía de ser ya pasada la media noche. La atmosfera poco a poco se iba volviendo fresca con pequeñas ráfagas frías provenientes del campo. Martin se había quedado dormido de repente, a mitad de un tango llamado “redención”. La copa que sostenía se había derramado en la mesita de al lado del sillón y unas gotas de un licor entre picante y ácido caían en el suelo desnudo acompasando calladamente la melodía que quizás ya no tenia escucha humana alguna.

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